“Las
historias acerca de la invención del ajedrez varían.
No obstante, todas ellas incorporan exactamente el mismo problema de progresión geométrica y la fábula en
cuestión, al margen de las distintas variantes que existen de la misma, siempre
gira alrededor de los mismos lineamientos:
Cuando
el creador del juego del ajedrez (en algunas historias un antiguo matemático
de la India y en
otras un drávida
vellalar legendario llamado Sessa o Sissa) le mostró su
invento el rey de un lejano país de Oriente, éste último estaba tan satisfecho
que le dio al inventor el derecho de que él mismo decidiese cuál sería su
recompensa por tal creación. El hombre, que era muy sabio, le pidió al rey algo
que de buenas a primeras aparentaba ser bastante humilde: que por el primer
casillero del tablero de ajedrez, él debía recibir un grano de trigo (o de arroz en algunas
variantes del cuento), dos por el segundo, cuatro por el tercero, y así
sucesivamente, duplicando la cantidad cada vez.
El
rey, que no se caracterizaba por saber mucho de aritmética,
rápidamente aceptó el pedido realizado por el inventor, incluso ofendiéndose
debido a su errada percepción de que lo estaba pidiendo demasiado poco como
contrapartida por haber inventado nada menos que el ajedrez, y le
ordenó a su tesorero que contase los granos de trigo correspondientes
y que se los entregase al inventor. No obstante en otra variante de la
historia, el ofendido rey ordena que le entreguen un saco de trigo y que se
vaya, sin darse cuenta que la cantidad de granos pedidos son en realidad muchísimo
mayor que eso.
Cuando
el tesorero se tomó nada menos que más de una semana en realizar el cálculo de
los granos de trigo
adeudados al creador del ajedrez, el monarca le preguntó acerca de la razón de
su tardanza. Fue entonces ahí que el contador real le dio entonces el resultado
de su cálculo y le explicó que habría que darle al inventor una cantidad de
granos cuyo valor era superior a todos los activos del reino. La historia
termina con el súbitamente enriquecido inventor convirtiéndose en el nuevo rey,
aunque en otras variantes de la misma el monarca engañado termina ordenando el
castigo del inventor.”
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